Ariel, José; mis dos amigos desde hace un tiempo. Hace tres
días se me fue Ariel. Aun no lo creo. Hace dos fui a darle su despedida. Nadie
supo lo que pasó exactamente, murió mientras dormía. Su corazón se detuvo… …
sus pulsos se fueron y pues ya no está aquí. Ariel mi buen amigo me ha hecho
llorar estos días. Me provoca sentimiento que se fue de repente y nadie supo
exactamente a qué hora.
José, la tentación hecho hombre. Sus manos, su espalda, la
forma en que me toca. Su voz que se me mete en la oreja y me atolondra. Con José
Carlos descubrí que soy mujer.
José, me ha abierto la puerta y me ha llevado en sus brazos
hacia lo que no conocía. Está empezando a serlo todo en mi vida, es el hombre
perfecto que sabe cómo tratarme, cómo hablarme, cómo hacerme el amor.
Perdón, soy Rosario. Llevo algunas horas castigada en mi
cuarto. A mis 18 años mi madre se da el lujo de castigarme. Me llamo Rosario Guadalupe,
soy piscis, poco antes de perder mi virginidad creía que tenía el alma de un
hombre. No tengo amigas pues soy muy práctica, me entiendo con los hombres, me
gusta el alcohol, para mi abuela soy una niña con caderas y senos grandes. Me
molesta cuando me lo da a entender.
Me gusta ayudar a las personas; cuando puedo ya que, tengo
pocos talentos. Soy bonita porque así nací más no porque así lo quiera, mis
compañeras me odian, mis compañeros me quieren. En fin, es todo lo que diré
acerca de mi persona.
Cuenta la historia que se llegó el tiempo de buscar carrera
profesional. Mi mamá Licha, Felicitas no me dejó en paz alrededor de un mes
todos los días con la misma cantaleta:
-¡Rosario Guadalupe no creas que te vas a quedar burra!
-¡Me vas a matar en vida si no estudias. Eres mi esperanza,
quiero presumirle a mis primas que eres abogada!
-¡Tu prima Melanie-Mélany-Melaní-
ya tiene cupo en la facultad de ciencias de la comunicación!
Mi mamá tan inoportuna con sus gritos desde las siete de la
mañana. Se supone que debería sentirse orgullosa de su hija que terminó la
prepa y como premio todas unas vacaciones de reventón y de dormir tarde. Me
sentía tan desgraciada yo.
Resulta que engañé a mis papás y a mi abuela, les dije que
ya había arreglado todo, que me estaban esperando en la escuela Iberoquiensabequé. Ellos muy contentos.
Y yo me decía a mí misma.
-Quiero tener una semana sin presiones. Ya después les diré
que quiero ser estilista.
Fue una semana de fiesta, mi madre tan sonriente que me
llevó a comprar ropa, por lo cual aún me remuerde la consciencia.
-Mira hija, te tienes que comprar cambios de vestir porque
recuerda que a las abogadas entre más arregladas más les cree la gente cuando
hablan.
- ¡Mamá! Para ser abogada primero tengo qué terminar la
carrera. ¿O me vas a comprar un título?
-Hija, ve estas zapatillas que quedan hermosas con la falda
de vestir y la blusa rosita palo. Te puedo prestar mi bolsa de piel y te verás
estupenda.
Estoy segura que el maldito chambelán que tenían de
encargado de la boutique sabe de albures; por poco y suelta la carcajada.
-Bien mamá como tú digas.
Lo que no sabía mi madre es que esas zapatillas le quedaban
a mi falda para salir de antro. Tenía qué aprovechar.
Mi abuela encantada cada vez que hablaba (cada vez que les
mentía) sobre la carrera de abogada. Mi abuela vive con nosotros, sus demás
nietos no le interesan.
-Hija, yo sé que tú tienes el carácter de una licenciada. Ve
nomás lo guapa que te vas a ver echando pleito con los contrarios. El juez con
solo ver lo bonita que estás te va a dar la razón.
¿A alguien de mi familia se le ocurrió preguntarme qué
quería estudiar?
La verdad yo no quería estudiar. Bueno tampoco quería ser ama
de casa.
Mi abuelita, María de los Ángeles Echeverría de Scott dice
que mi abuelo fue un hombre muy exitoso y que yo tengo sus mentados genes. Que
en lo bonita me parezco a ella de joven pero que soy tan aventada como don Casiano
Scott.
Tengo la duda de si mi abuelo se inventó ese apellido para
impresionar a mi abuela para que se casara con él.
Todos súper emocionados por mi logro y yo súper emocionada porque
esos días serían de fiesta con Blas.
José…
…La primera vez que nos conocimos fue en la preparatoria. No
estuvimos en el mismo salón pero él solía entrenarme para las competencias de
atletismo. Era su servicio social. Él no podía competir gracias a su lesión de
los tendones.
A veces no sabía si en realidad platicábamos o entrenábamos.
Era de diario excepto los fines, el entrenamiento con José. Se oscurecía platicando en la pista de correr, me contaba de su papá que vendía
televisiones. A la vez entremezclaba su gusto por bailar y su afición por los
gatos. En su plática acomodaba todo tan bien que me dejaba lela. Una voz muy clara y
dicción perfecta, dientes parejitos. En mis pensamientos me decía:
-Éste tonto debe tener tras de él a todas.
Y ese tonto fue sabiendo tantas cosas de mí como yo tantas
de él.
Cuando llegó el tiempo de abandonar el bachillerato fue la única persona que dije que echaría de menos. Carlos debió de haber dicho lo mismo. Somos tan iguales que estaría dispuesta a irme a vivir con él. Por cierto, me tienen castigada porque le dije a mi mamá que quería casarme y que ya tengo edad para decidir.
Cuando llegó el tiempo de abandonar el bachillerato fue la única persona que dije que echaría de menos. Carlos debió de haber dicho lo mismo. Somos tan iguales que estaría dispuesta a irme a vivir con él. Por cierto, me tienen castigada porque le dije a mi mamá que quería casarme y que ya tengo edad para decidir.
Creo que mi madre se
puso a llorar toda la tarde. No se oye nada en la cocina, eso es de
temerse.
Se llegó el día en que mi prima se mudó de ciudad para
estudiar; me vi en la bochornosa
necesidad de decirles a mis padres que no quería estudiar: Un viernes
por la mañana que me caí de la cama mi papá desayunaba, mi abuela meneaba una
taza con café, mi madre picaba cebolla, chile y tomate. Me dirigí a la puerta
con pasos amedrentados adopté mi pose de mujer malvada y dije cortante
-¡No quiero ser abogada!
Mi madre me vio con cara de tanto desprecio. No sé cómo una
madre puede ver así a su única hija mujer.
Mi abuela soltó el llanto a medio sorbo de café.
-¡Guadalupe, no nos puedes hacer esto!
Mi papá instantáneamente dejó de comer chilaquiles. No dijo
nada.
No dijo nada porque planearía algo. Rosario no podía
quedarse sin estudios así nada más.
Así quedó todo ese viernes. Por la noche acompañé a Blas, un
vecino gay que se acopla padre para eso de hacer desmadre. Es como mi mejor
amiga pero con pene (risa) esa noche bailamos y bailamos. Me sentía tan bien,
tan desahogada. Pensaba que mis padres ya se habían hecho a la idea de que no
quería estudiar.
Un trago de tequila que duró diez segundos y fui a la pista
a bailar. Les gustaron tanto mis pasos de baile ensayados frente al espejo que
me hicieron una rueda. Era el alma de la fiesta de esa noche. Bueno hasta ahí
supe qué pasó porque al siguiente día amanecí en la cama de mi cuarto con Blas.
Mi madre nos vio y por poco le dice a la mamá de Blas que su hijo había
deshonrado a su Rosario. Con mucha vergüenza Blas le tuvo qué decir que las
mujeres no le gustan y todo volvió a la normalidad otra vez.
Blas me contaba que la noche había sido un éxito, que dos
hombres guapísimos se me habían acercado y que me bailaban. Solo que a la media
hora me había quedado dormida en el sofá donde estábamos y que había tenido que
espantar a uno de ellos que me insistía que fuera a bailar otra vez.
Sabado de cruda, de llevar a mi hermanito Pepe a su partido
de fut, de regañarlo por que golpeó a uno de sus
contrincantes, de llegar a la casa y ser observada y escudriñada por mi abuela.
Ella no se tragó el cuento de que Blas es gay. Quería saber algo más, por eso
me preguntó acerca de qué tanto sabía sobre los hombres.
Me explicó que no está bien que una señorita se relacione
con puros hombres, pues ellos son salvajes y me pueden faltar al respeto. Que así
no encontraría a un buen hombre para casarme, que porque todos me verían como
otra cosa.
-¿A qué otra cosa te refieres Doña Ángeles?
- Yo de joven fui la envidia de todas mis amigas, era la más
bonita, iba a misa todos los domingos con mis tías, sabía tejer ropa, me sabía de memoria todas
las novenas y rosarios, cantaba como los ángeles. Todas las señoras me
felicitaban y no había fiesta donde no fuera invitada porque me sabía
comportar. En mis tiempos las fiestas eran de otra forma.
-¿y no te aburrías de ser perfecta?
-hija, solo Dios es perfecto. Ahora dime, ¿has conocido a un
hombre más allá del trato normal?
-¡Abuela!
-Hija, tenme confianza
-¡Soy virgen!
-Grité.
En eso llega mi papá a la cocina y me puse de dos mil
colores.
Me dice:
- Me ha decepcionado la mentira que nos contaste. Pero yo
tengo la solución. Mi compadre tiene para ti un espacio en la carrera de
ingeniería en electrónica y no te pediré tu opinión ¡El lunes te me presentas!
- ¿Mi nieta ingeniera? ¡Estás loco!
Fue allí donde encontré a José y donde conocí a Ariel. Nunca
me dijo que le gustaba la electrónica. También se sorprendió cuando me vio
entrar a su clase.
Ariel era un niño raro, gordito, piernudo. Fue tan fácil que
nos hiciéramos amigos que al siguiente día ya desayunábamos juntos. A José Carlos
fue imposible agarrarlo la primer semana ya que, las cuatro chicas del salón
no lo dejaban en paz. Aparte antes que nada, él creía que era necesario
socializar con todos sus nuevos compañeros; ¡no se daba tiempo! En un parpadear
se había hecho tan popular.
El primer día de clases duré arreglándome como una hora.
Sentía que sería un día especial, no porque me entusiasmara mochar y pegar
alambres, unir chips, usar lógica pero pues el primer día una debe de quedar
bien parada en su salón.
Llevaba puestas por segunda vez las zapatillas rosas que me
compró mi má. Aclaro, no era el sueño
de doña Licha que su hija fuera enzapatillada para estudiar cosas de hombres.
No supe quién de los dos consiguió más amigos, si José o yo en nuestro primer
día en la carrera profesional.
En mi casa de nuevo se respiraba tranquilidad, mi mamá dejó
de molestarme, mi papá me compró un estuche con unas minuciosas herramientas
para electrónico, se veía emocionado. Mi abuela dejó de dirigirme la palabra
por una semana.
Cierto, buena o mala elección pero la niña de la casa ya
tenía un lugar en la carrera de ingeniería en electrónica. Ahora el problema
sería en qué forma presumiría mi mamá a sus amigas la buena nueva.
Pasaron y pasaron los meses, ya llevo más de un año hoy 2 de
octubre en la escuela, de conocer a fondo a José.
Dimos un paso adelante con nuestra amistad y pues somos más
que novios.
Bueno, sin dar más explicaciones las cosas pasaron así: Hace
tres días saliendo de clase se me ocurrió invitar a José Carlos y al gordo a tomar.
El chorejas no quiso, Altagracia no quiso, el chupacabras no quiso, nadie quiso
porque teníamos examen. Solo fuimos los tres mosqueteros aunque el segundo ya
se echaba para atrás.
Llegamos al bar los tres. Sin preguntarnos, Carlos pide tres
bebidas azulitas. Sabían bien, ni para qué.
-Rosario, dime… … ¿es lo que tú quieres estudiar? A las
niñas guapas no les gusta la electrónica. Aparte te veo presionada. ¿Es acaso
que tus papás te obligan a estudiar?
-¿En serio me veo presionada?
-Te veo más linda que presionada pero sí. Efectivamente veo
que no es lo tuyo y menos las matemáticas.
-Gracias por el cumplido pero prefiero que no lo digas man,
me hace sentir que soy Altagracia.
-(que de gracia no tiene nada. Eso sí, un chingo de chanclas
botas y la madre)
De Altagracia no hablaré porque es una resbalosa. Okay, que es una resbalosa es lo único
que diré…
…Prosigo.
-Altagracia no es tan bonita como tú.
-yo lo sé, Carlos.
-Está bien. Has aceptado que eres bonita.
¡Ariel, no te duermas! Di algo.
-Qué quieres que diga, bro…
… me están jodiendo las pastillas que tomo.
- José Carlos, ¿porqué tienes dos nombres que no hacen rima?
-Lo mismo debiera preguntarte, Rosario Guadalupe
- Rompimos en risas como meros tontos
Tiene una inteligencia impresionante. Siempre tiene las
contestaciones perfectas, las palabras adecuadas para explicarme algo. ¡Es tan
alegre como yo!
Imaginar que cuando termine de éste castigo y vea a José, me
abrace y me tome de la mano me enchina la piel.
José Carlos tiene la piel clara, es moreno, de cabello negro,
algo rizado; de mi estatura; cabe decir que soy alta. Viste con pantalones
amplios, y playeras deportivas, a veces no se aliña el cabello. Ojos muy
negros.
A veces habla de más pero a mí me encanta porque su timbre y
sus labios en conjunto terminaron por matarme de la manera más bonita. No
quiero decir lo que son sus besos porque no se describirlos.
-Rosario, ¿A quién de
tus papás te pareces?
- Te cuento que no me parezco a ninguno de los dos. Soy el
vivo retrato de mi abuelita Ángeles de muchacha.
¿Tus chinos quién te los heredó?
-Mi mamá. ¿Te gustan
mis chinos?
-No tanto así, es solo que me gusta despeinarte porque te
vez muy tierno despeinado (risas)
-¿O sea, no te gusta mi cabello?
-¿Debiera gustarme?
-Yo pienso que te gusta ¿O por qué me estás despeinando?
- Porque eres un perro lanudo y me gustan los chuchos así
-Me has dado a entender que sí. Gracias por tu alago sobredisfrasado
-Ariel ¿por qué no has dicho nada? No te traje para que te
durmieras
Mientras zarandeaba a mi súper amigo el gordo.
No recuerdo cuánto duramos charlando. Lo que bien recuerdo
es que sus ojos negros y los míos parecían los polos opuestos de dos imanes. No
podían soltarse.
-Mejor será que te llevemos a tu
casa antes de que empieces a vomitar las dos gotas de alcohol que has bebido, querido compañero.
- le dice José a Ariel.
Bueno, pues fue todo un trabajo
llevar en peso a Ariel hasta mi carro.
Es algo pachoncito pudiera decir
que me gusta darle abrazos. Perdón, me gustaba, quise decir.
Lo llevamos en peso y nos fuimos
hasta su casa. En seguida llevaría a José.
Una cuadra antes de llegar a su
casa se suelta una tormenta espantosa. No se cómo llegué hasta allí con un
parabrisas a medio mover arriba y abajo.
-Rosario, ¿qué crees? No traigo
la llave de la puerta de en frente. ¡Maldita sea!
No hay nadie en mi casa. Mis
papás llegarán mañana.
-Me asustó eso que me decía.
Su sangre volvió cuando encontró
en la bolsa de la mochila la llave de la puerta de la cochera.
Se bajó del carro así con la
tormenta a cántaros. Se le había olvidado que yo no podía irme hasta que cesara.
Corre apresurado hacia la puerta.
Se lanza como dardo hacia la rendija de la chapa con la llave por delante. Y ¡oh
cielos!
La llave no servía muy bien. ¡No
quería abrir!
El sonso quedó remojadísimo
mientras quería abrirla.
Me bajé yo también. Creo que lo
asuste cuando le toqué la espalda y le digo.
-¡Presta! Yo abro.
-¡Te hacía ya en tu casa!
-Moví la llave a la derecha,
izquierda, izquierda, derecha y nada.
Estábamos más que llovidos,
empapados.
Tras la desesperación José empezó
a empujar la puerta. Él no se podía quedar afuera y menos si sus papás no
llegarían ese día.
En eso, con el golpe fuerte se
vino la puerta abajo con todo y bisagras.
-¡Qué desesperado eres! No era
necesario que la empujaras. ¿Y ahora?
- No sé. Me quedaré sin puerta y
entrarán los ladrones en la noche.
Todos sus chinos en la frente y
las pestañas entre pegadas. Yo temía por mi maquillaje.
Se me hizo raro que la puerta
cayera, estaba roída y con tremendo empujón de José no resistió. Acomodamos la
puerta de forma que no se notara que estaba despegada; colocamos un tanque con
gas detrás y otras cosas que detuvieran. Entramos por la cochera a su casa.
Pedí el baño para quitarme mi ropa, escurrirla y ponérmela de nuevo.
-Seguro Rosario, el baño está por
allá al fondo a la derecha.
Seguí las instrucciones de José,
abrí la puerta y no era el baño, era un cuarto color naranja-mandarina no tan
ordenado como el mío, algo concreto, un mueble sencillo con un espejo grande,
un closet café y a un lado otra puerta. Me dije entonces, éste debe ser el baño
y pues sí, ahí estaba el baño.
Al entrar me fijé que había un
rastrillo en el lavabo, una revista hecha rollo con una mujer haciendo poses
sugerentes; por no decir una mujerzuela, entre algunas otras cosas metidas en
una especie de cilindro. Me encontraba en el baño del cuarto de un hombre. Un
hombre.
Me vi en el espejo y ¡que susto
me di! Mi maquillaje estaba todo corrido. No entiendo como no se rio de mí.
Procedí a enjuagarme la cara, me
escurrí el cabello y lo hice una especie de molote
De la ropa que traía no quedó
parte seca, estaba empapada, mis zapatos igual. La escurrí y me la volví a
poner. Noté que mi blusa dejaba poco a la imaginación, la ropa mojada es otra
cosa a la hora de tapar algo y para mi mala suerte no me había puesto sostén.
Tendría que pedirle a mi querido amigo prestada una de sus playeras, pues mi
mamá hubiera dado el grito en el cielo si me viera así.
Me quité el pantalón de
mezclilla, lo escurrí y de nuevo me lo puse también.
Ya estaba lista para regresarme a
mi casa, vi mi reloj y marcaban las 4 y media, no quería que me fueran a
regañar por llegar tarde.
Abrí la puerta del baño muy
rápido, en 3 segundos premedité lo que le diría a mi mamá cuando llegara:
-Madre, perdóname por llegar
tarde es que se soltó una tormenta y al carro de tu esposo no le sirven los
parabrisas entonces me tuve que estacionar en la calle porque no quería sufrir
un accidente y que ustedes se… … ¡Madre mía! ¡Qué pompis!
José estaba sin ropa en su cuarto
al parecer desdoblando la ropa seca que se pondría.
-El baño está a la izquierda
-Sonso, me dijiste a la derecha
Esas dos últimas frases fueron
pronunciadas en voz casi baja como si se nos hubiera ido el aire.
-¿Me prestas una de tus playeras?
Caminó así desnudo hasta su
closet, deslizó la puerta y preguntó:
-¿Cuál quieres?
-Esa oscura
Esa vez entendí lo que es un
miembro circuncidado.
Rosario (yo) no había planeado
ser atrapada ese día por una tempestad a media ciudad, mucho menos bajarse a
ayudar a José a tumbar la puerta de su cochera, a quedarse remojada y mucho
menos a encontrar de esa forma a uno de sus amigos con el que su relación era aún
inocente. No tenía planeado despertar su morbo y nerviosismo hacia alguien del
sexo opuesto… …de lo que su abuela le
había comentado.
Estaba dicho que ese día sería
seducida y transformada en mujer.
Rosario no conocía su cuerpo, era
una salida de compuerta que permanecía desactivada a causa de una compleja
formulación de casos.